Hugo Chávez Frías

A la vida verdadera y cantaparejo, a la que le cantamos, convocar poesías por buscar esos caminos. Uno de los primeros poemas que yo me conseguí fue una copla, una copla que yo la repetía hace poco en estos días de tantas tensiones y conflictos necesarios, inevitables.

Yo le recordaba a algunos amigos una vieja copla sabanera, la recogió don Rómulo Gallegos y la llevo a una de sus novelas, pero eso es muy viejo, eso anda en las sabanas desde siglos, aquello que dice:

                                   Yo soy como el espinito,
                                   Que en la sabana florea,
                                   Le doy aroma al que pasa,
                                  Y espino al que me menea.

Uno se fue consiguiendo en el camino los espinitos, uno se fue consiguiendo desde niño los árboles cargados de frutas y los pájaros volando y las veradas a la orilla del río para hacer los papagayos; y las lagunas llenas de patos y de peces, y los ríos que corrían raudos sobre las chorreras de las piedras y los cuentos y las leyendas de la abuela Rosa Inés, que hablaba del cabo Zamora y de la caballada federal. Uno se fue consiguiendo desde niño por estos caminos, y yo le doy gracias a Dios que en este camino, en estos caminos siempre estén la poesía, los poetas, los sueños y los soñadores; y seguimos por esos caminos y hoy estamos aquí en este encuentro de poetas, pues, celebrando con el poeta Tarek “Ángel caído, ángel” y cuántos ángeles y cuántos poemas.

Creo que la poesía –como tú lo decías, hermano- sin duda alguna, el arte, la poesía, la creación nos eleva el espíritu. Un escritor y también poeta, filósofo, más filósofo y yo creo que maltratado por la historia, ha sido demonizado, en parte, pero creo que fue un gran hombre, me refiero a Federico Nietzsche, que hablaba del superhombre. Y buscando lo bueno de aquello, pues yo lo asociaba en mis lecturas de adolescente y después en prisión también con aquello de elevarse por encima del cerebro reptílico, el cerebro que lleva al ser humano a andar entre las serpientes, y creo que cuando entramos en estos conflictos tan duros, tan difíciles, donde se desatan las pasiones, y entre ellas las bajas pasiones junto con las altas, se desatan junto a Dios los diablos. Es muy importante, yo creo que es fundamental más que importante, esencial, elevar el espíritu. Por eso yo les agradezco a muchos poetas eso de elevar el espíritu.

Bolívar, en medio del tronar de los cañones, soñó en el Chimborazo, se elevó al Chimborazo y tocó al Eterno, decía, con sus manos; y luego el Eterno le dijo: “Anda allá, insignificante ser humano y di la verdad a los hombres”.

En su delirio, entre la guerra, entre el fragor de los dolores siempre está el amor, la poesía, la elevación del espíritu.

¡Oh, Jesús! Poeta en la Cruz, cuando dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, se elevó a lo infinito sobre el dolor y ante el odio que le punzaba el estado y le echaba vinagre y sal.

¡Oh, Bolívar! También poeta, muriendo igual que Jesús: “Perdónalos Señor que no saben lo que hacen”, Bolívar, también poeta, dijo: “Mis enemigos me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono”.

Si no hay un alma de poeta o de cantor, como cantó la poesía de Tarek, pues difícilmente se puede sentir o difícilmente a un ser humano pueda brotarle esa palabra escrita o hallada, porque las palabras, el lenguaje, son símbolos del alma.

Claro que hay muchos demagogos, pero qué difícil es engañar a tanta gente durante tanto tiempo, dijo alguien por allí. Y creo que en este momento en Venezuela están aflorando las verdades.

Creo que eso es un gran logro para evitar que sigan engañando, manipulando a los venezolanos. Creo que estamos en momentos en los cuales las palabras y los gestos, de verdad reflejan lo que sienten las almas de los seres humanos: recogen las bajas pasiones, las altas pasiones, los bajos sentimientos y los altos sentimientos. Creo, en fin, que están sueltos los dioses y los diablos, y los santos con su hacha. Veamos, la Biblia dice: “El que tenga ojos que vea y oiga el que tenga oídos”.

Así que esto, en buena medida, se lo debemos a la poesía y a la creación y a esa capacidad innata de los poetas –yo los admiro mucho- de recoger un momento; del creador que recoge un sentimiento, que recoge un hecho y lo proyecta y lo interpreta y lo coloca a veces en su justa dimensión, y lo deja allí, sembrado, sembrado para que renazca y para que florezca, para que nunca muera, como decía ese otro grande, Whitman: “la muerte no existe”.

Hace poco, un amigo filósofo que sigue mucho mis discursos me decía: “Hugo, ven acá, estás hablando mucho de la muerte y no olvides aquello viejo que dice: abyssus abyssum invocat, ”el abismo llama al abismo”. No hables más de la muerte”. Y yo le decía: “Tienes razón, por una parte, pero es que para mí la muerte no existe. Así que no me importa hablar de ella o sentirla que pasa cerca, porque de verdad no existe”.

Recuerdo la primera vez que el poeta y creador Tarek William Saab fue a conocer a José Antonio… José Antonio fue unos de mis nombres, nombres  secretos que usábamos antes del 4 de febrero; para unos yo era José Antonio,  para otros era Gaidimos; ponernos nombres de mujeres para despistar aún más y yo era “Luz”, sí, yo fui “Luz”… ¿no te llegó eso a ti de Luz?… Bueno, de todo hicimos inventando para llegar a donde llegamos, a donde había que llegar por amor y por dolor fundamentalmente.

Un día Tarek logró transponer las barreras de la prisión y las listas que pedían para chequear a cada persona que iba a entrar a visitarnos, aquello no era fácil, ustedes lo saben; ni siquiera para los familiares más cercanos era fácil, menos aun para cualquier venezolano no cercano en lo familiar a nosotros, pero en fin, un día llego Tarek a conocer a José Antonio y allá nos dimos un abrazo y él me llevó este poema hermoso y maravilloso llamado “Maisanta” que escribió no para mí, sino para esa juventud militar, para ese hecho, para ese momento histórico que aquí se vivió y cuyos efectos están en pleno desarrollo, como dice este comentarista internacional Walter Martínez: “Los acontecimientos están en pleno desarrollo”., del 4 de febrero y también del 27 de febrero, del Caracazo, hechos en los que te inspiraste para escribir ese otro poema doloroso que hace llorar el alma: “¿Quién disparó contra el nido del pájaro”, de todo eso venimos.

Recuerdo una pregunta que me hizo Tarek en prisión, allá en Yare… Porque yo escribí unos poemas en prisión que se me perdieron, me allanaron. Después del 27 de noviembre, la segunda rebelión, entraron violentamente allá y nos quitaron todo; era prohibido tener hasta lápices. Yo tenía lápiz escondido allá, metido en un matero, abajo, debajo de la tierra estaba el lapicito; y hojas de papel era prohibido tener, ya después del 92, del 93. Así que me quitaron unos cuadernos que yo tenia allá anotando cosas. Y el primer poema que yo escribí en la cárcel se llama “Rendición”, quien sabe si algún día aparecerá, si no, se queda por ahí, regado. Y yo se lo leí a Tarek: “Rendición”. Era un poema, recuerda, muy cortico, de una coartilla, pero recogí el momento aquel de rendirse uno. No es fácil rendir las armas cuando a uno lo empuja un sueño. No es fácil. Pero había que hacerlo ya. Jamás me arrepentiré de haberlo hecho.

Tarek, la rendición es como la muerte, y él entonces me preguntó, poeta al fin: “¿Cómo la muerte?”. Le dije: “Sí, como la muerte”. Y me hizo otra mucho más difícil porque me preguntó: “¿Y cómo es la muerte ya que tú la conoces? Porque si hablar de que la rendición es como la muerte es que tú te sientas muerto”. Y yo le decía a Tarek que la muerte, esa muerte de la rendición, tenía algo muy hermoso, y que lo más hermoso de esa de esa muerte era el “por ahora”, era una muerte por ahora.

Y de verdad que cuando ya uno comienza a buscar, en su interior, uno siempre consigue ese mensaje, ese “¡Por ahora!”. Esa muerte por ahora. Y yo creo que uno Vive varias veces. Y esa muerte por ahora es momentánea, uno siente la muerte cuando va a llevar a un amigo, a un ser muy querido o a cualquier persona y ve que se va. Yo recuerdo, por ejemplo, el momento en que se nos fue J.R. Núñez Tenorio. Delante de su tumba cantábamos los poetas o los aprendices o los cachorros de poeta. O cuando se fue junto al 27 de febrero, junto al pueblo, esos 200, tan solo como decía una voz oficial: “No, no hubo problemas porque sólo hubo 227 muertos”. Uno de ellos era uno de los compañeros de lucha nuestros, de muchos años, fundador del Movimiento Bolivariano, por allá en 1982. Se llamaba Felipe Acosta Carlés, y yo todavía tengo la duda de si Felipe de verdad murió casualmente o fue que lo mandaron a matar, porque cuando yo, que estaba muy enfermo esa vez… Sería la mano de Dios, cuando el desastre de “El Caracazo” yo tenía rubéola –y estaba de reposo en casa, en San Joaquín de Carabobo;  y allá desde mi casa presencié la tragedia. Y cuando me dijo una vecina amiga, por la ventana de mi casa: “Hugo, mataron a Felipe”. “¿Qué Felipe?”, le pregunto yo. “Felipe Acosta, tu compañero”. La primera ráfaga que a mí me llegó a la mente fue: lo mandaron a matar. Y desde entonces tengo la duda. No sé si murió o creo que esa muerte también fue “por ahora”. Y allá en casa, con las lágrimas y el dolor, sí, le compuse un poema que se hizo vida el 4 de febrero, por eso yo, de verdad, creo que esas muertes son “por ahora”: Ese poema a Felipe Acosta termina cantándole a su rebeldía, a su fuerza y adivinando futuros, aconteceres, que vinieron tres años después:

                                   Oigan a Felipe Acosta
                                   Oigan su grito indomable
                                   En la boca del cañón
                                   Cuando se lance el ataque
                                   En la defensa enemiga
                                   Cuando la quiebre el infante
                                   Cuando mil paracaidistas
                                   Caigan sobre los terronales.

Tres años después, nosotros oíamos la voz de Felipe Acosta en el tronar de los fusiles del 4 de febrero de 1992.

Y así cuando murió la abuela; la abuela que cantaba, la abuela que tenía pajaritos, la que sembraba maíz y hacía cachapas; la abuela de la infancia feliz murió un día e igual fuimos a llevarla a su morada. Y también salieron del dolor y de esa muerte por ahora líneas que se parecen a poesía; que sueñan con el pasado pero también con el futuro. La poesía es así, más que el poeta, no tiene límites de tiempo ni de espacio ni de personas, rompe todas las barreras, no hay prisión para la poesía y menos aún la poesía de la revolución, la poesía de la esperanza, la poesía de la vida.

“Quizás un día, mi vieja querida, dirija mis pasos hasta tu recinto con los brazos en altos y con alborozo coloque en tu tumba una gran corona de verdes laureles, será mi victoria  y será tu victoria y la de nuestro pueblo y la de nuestra historia”.

Eso aún no ha ocurrido, lucharemos muy duro para que ocurra la victoria verdadera de nuestro pueblo, que es la más importante, más que las victorias particulares de cada uno.

En fin poeta, hermano, amigo de los poetas me has llamado, yo soy alumno y seguidor de los poetas, además de amigo y hermano de los poetas. Y creo que en este momento de la vida nacional cuando, repito, están desatados los dioses y los diablos, la poesía, el canto, el canto a la revolución, el canto a la vida, el canto a la esperanza, tienen que formar parte de la batalla. Son parte de los dioses o de los santos con su hacha, como dice el poeta Tarek, el hacha de los santos. Esa poesía de amor, ese canto a la esperanza, al sueño, la necesitamos para la batalla. Sin ella, pareciera que la batalla sería de máquinas contra máquinas.

Que saquen los adversarios del camino y la transformación su poesía, si la tienen. Claro que la tienen. La oímos hace unos días, de un orador: esa es su poesía. Es la poesía… ¿Cómo se llama? Reptílica. Esa es la poesía reptílica.

Nosotros estamos llamados a no andar a esos niveles reptílico. Nosotros estamos llamados a andar a otros niveles. Será el nivel del Chimborazo, el nivel de Jesús, el nivel de Bolívar, el nivel del pueblo, ese pueblo que canta lleno de amor. Ese es nuestro nivel y sin duda alguna, que Tarek con su Ángel caído, ángel, con su obra, con su creación, pues, nos lleva a esos niveles. Ustedes, poetas, nos llevan a esos niveles, a la cima del Chimborazo, para luchar con altura, con esa fuerza moral de que decía el viejo Simón Rodríguez. Poesía dices tú también, hermano. La moral es una poesía. Son los dioses hechos poesía. “La fuerza moral   está en el movimiento de la masa”, decía el viejo Simón Rodríguez, poeta también.

La fuerza material en la marcha  y la moral en el movimiento, que transforma  la matemática y la física en poesía. Hoy, con ese gran movimiento que hay en el país, en pleno proceso de creación, constituyente, porque el proceso constituyente no es otra cosa que un momento o un proceso de creación. Estamos creando. 

Estamos  naciendo de nuevo. Y la Patria que nace de nuevo,obligatoriamente, para que sea grande, para que esa Patria vuele y pase  por el Chimborazo, debe nacer desde estos primeros meses, desde su nacimiento mismo, debe venir con el signo de lo alto, de lo grande, de lo hermoso, de la poesía. Te felicito, hermano, poeta, y sigue creando y sigue cantando, que la Patria necesita tu canto y tu poesía para ser grande. Hermano, un gran abrazo.

* Palabras pronunciadas por el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, en el bautizo del libro Ángel  caído ángel de Tarek William Saab, el 7 de julio de 1999 en el Teatro Teresa Carreño.