.- Por Luis Beltrán Guerrero

El 23 de Marzo fue una fiesta para la Academia Venezolana de la Lengua. Se recibía como Individuo de Número Don Juan Liscano Velutini. Gran poeta, historiador de la cultura, repúblico de figura procera, quien, a la edad capicúa de 77 años continúa dando, día a día, batallas por el civismo, la integración nacional y contra la corrupción en todas las esferas, morbo traicionero que mantiene en agonía a la democracia venezolana.

El tema del discurso de Liscano fue: «Del Afroamericanismo a la Religión de los Yorubas», parte del conocimiento muy trajinada por él desde hace largo tiempo, pues se recordará que, con motivo a la ascensión a la Presidencia de Don Rómulo Gallegos, Liscano preparó un magno acontecimiento folclórico, pues, educado en Francia, al regresar al país después de la muerte de Gómez, se internó en nuestra provincia para poner el oído muy cerca del corazón de nuestro pueblo.

La conclusión de la magnífica pieza de Liscano fue:

-«Un sentimiento de venezolanidad no se debe limitar al estudio de 5 siglos de coloniaje, sino buscar en las grandes heredades indígena, africana e ibérica de donde proceden los pueblos, los arquetipos y símbolos que nos alientan y explican en el tránsito de existir y de ser»

Respondió al recipiendario Don Pedro Grases, de erudición tan reconocida como alabada, quien, a su vez, concluyó:

-«El discurso de Juan Liscano constituye una apasionante reflexión acerca de los tres ingredientes raciales en Venezuela: indios, negros, españoles. Trabajo sesudo largamente meditado que justifica plenamente el acierto de la Academia al incorporarlo en su seno. Es un pleno reconocimiento a su labor. El hombre de letras que hay en Juan Liscano merece la bienvenida a la institución que le doy en su nombre.

Juan Liscano sucedió a Juan Rodríguez Cárdenas, en el sillón letra «N» de la corporación académica. Rodríguez Cárdenas, juglar en quien confluían la sangre de su abuelo blanco y de su abuela negra, fue por excelencia en Venezuela el poeta de la negritud, con su libro Tambor, con el que se sitúa junto a Palés Matos y Nicolás Guillén. Periodista, mantuvo durante largos años en El Nacional una sección titulada «El ferrocarril de las hormigas». Su libro Las canciones de Nacarid responde a la corriente heredada de su abuelo blanco. Ya en la vejez, escribió los poemas dedicados a su nieta Ana Gabriela titulados La princesa de Cocorote. He aquí una muestra de ellos:

-«En la caja de colores
La niña vio dos pinceles
con uno pintó dos flores
con otro rojos claveles.
Las flores puso en su cara
los claveles en su boca
y en la fuente de agua clara
dos yerbas de malvaloca.
Cuando llegó la mañana
con sus cintas de canela
un pájaro dijo: es Ana
y otro cantó: Ana Gabriela.
Desde entonces por el aire
vuela un precioso rumor:
Ana Gabriela es donaire,
es clavel, aroma y flor»

La obra más extraordinaria de Rodríguez Cárdenas, que lo apartó de su labor literaria, fue la creación de El retrato de maravilla, luego Danzas Venezuela, embajada de nuestro país al mundo, triunfadoras de todas las escenas universales, con su estrella de primera magnitud, doña Yolanda Moreno Rodríguez, dama de finísimo intelecto, a quien adorna una sabia discreción, y no sólo la maestría de arte danzario.

El discurso académico de Juan Liscano Velutini plantea una tesis que se aparta de la celebración exclusiva del mestizaje, acaso porque unos mestizos son más iguales que otros, por ascendencias imperiales tudescas o británicas. Es la hora ciertamente del capitalismo y de la derecha decente por capaz e incorrupta, pero bueno es distinguir entre el capitalismo renano, el de AlemaniaSuiza y Japón, del otro capitalismo que nos hace decir automáticamente O-key, Okey muestra palpable de esclavitud verbal o librea incondicional.

Juan Liscano Velutini, cuyos ancestros vienen del Estado Lara, con el ilustre quiboreño Juan Liscano, condecorado después de muerto por Francia, en gratitud a su libro Las Doctrinas Guerreras y el Derecho, en defensa de la causa de los aliados de la guerra de 1914-1918. Gabriel Espinoza, el filósofo criollo, prologa otro libro del viejo Juan Liscano en la colección La «Quincena Literaria» de El Tocuyo.

Juan Liscano Velutini no descansa ni como político honesto y sagaz, ni como escritor público a quien gusta estimular a la juventud. Si unos se anticipan a llamarlo Presidente de la Asamblea Constituyente, otros, los poetas y escritores jóvenes, lo quieren retener para que redivivo en Zona Franca nos oriente en la ruta intelectual.

El poeta, ensayista, abogado revolucionario de 30 años Tarek William Saab es de aquellos que han recibido el noble espaldarazo de Juan Liscano. Lo merece ampliamente el joven poeta. Sus libros Los ríos de la iraEl hacha de los santos y Príncipe de Lluvia y duelo, anuncian un gran poeta, indio y árabe por raza, venezolano de mente y corazón. He aquí una muestra de la poesía de Tarek William Saab:

«Era rastreado por calladas mujeres
por vulgares niñas de sociedad
tocado fui entre muros de codicia
y fornicación.
Todo por la vana ilusión de presentirme bueno
a mí que del candor me salva
lo insaciable
y alguna que otra historia desprendida
sin clavos ni maderos».

De este joven poeta dice Juan Liscano, el nuevo eminente académico:

«Lo notable de estos versos es que descansan enteramente en un lenguaje creado para el efecto del poema cartel, eludiendo lo chabacano, lo prosaico, los clichés, lo burdo y directo de ese género. Clama con voz de profecía venganza y castigo, ineludiblemente confiado a la acción, lo cual entraña el porvenir. Saab integra un sentir justiciero no sólo a la poesía, sino a lo religioso crístico, y a su ser respirando a tientas la rebelión»

Juan Liscano Velutini es figura cimera del pensamiento iberoamericano. No se quedó en la Torre de Marfil, sino que ha descendido de ella, no sólo para luchar por la libertad y la justicia, sino, lo que es más raro aún: para estimular la vocación de la juventud y señalarle rectos derroteros.

(Publicado por primera vez en El Universal, el 30 de Marzo de 1993)

Ensayo del Poeta, ensayista y abogado venezolano: Luis Beltrán Guerrero